
Lo que sea por tener pareja: guardar las apariencias, ajustarse a sus gustos, dar todo lo que se tiene, ocultar las propias necesidades, mentirse y mentir.
En aras de tener pareja en ocasiones se olvida lo más importante: cada uno. Así, se renuncia a lo que se ha construido, a lo que da bienestar, a lo que delimita la propia frontera y nos convertimos en algo informe a expensas de lo que el otro espera que seamos.
Tal vez esta sea la más grande de las traiciones, la que se hace a sí mismo, a sí misma, al preferir no ver quién se está siendo, al preferir ser insumo que satisfaga las necesidades externas a cambio de llenar y de vivir por unos momentos el ideal de pareja.
Para realmente hacer contacto con otro es necesario que cada uno, que cada una, tenga límites claramente definidos, flexibles, sí, y delimitados, donde se sepa hasta dónde va una persona y dónde comienza la otra, donde haya posibilidad de, en la conjunción, formar pareja.
Así, trabajar en cada uno, en cada una, es importante, tal vez más que buscar a la pareja ideal, porque una vez nos reconocemos a nosotros mismos, una vez reconocemos lo que nos hace bien, podemos ver el mundo con otros ojos e identificar lo que antes parecía no estar allí.